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La Vida nos empuja

Asisto asombrada una y otra vez a un acontecimiento que puede resultar paradójico.

Se me ha concedido el don de ser testigo y ayudar en los procesos de sanación, despertar y transformación, a los que me ha gustado nombrar como el despertar de la crisálida.

En un diálogo íntimo con una mujer a la que acompaño en su proceso, aparece en mí la imagen del feto desde un poco antes que suceda el parto. Me dejo guiar por ella y comienzo a explicarle que en la evolución de la conciencia nacemos a los distintos estadíos tras un parto, y lo hacemos porque la Vida nos empuja.

En muchas ocasiones no decidimos conscientemente. Al igual que el feto, estamos en un lugar seguro del que no nos moveríamos. Pero, ¿qué sucedería si permaneciésemos en él una vez que hemos madurado lo suficiente? Y ¿cómo decidir atravesar el canal del parto con lo que conlleva de dolor, estrechez, incertidumbre, inseguridad, desconfianza, salto al vacío…?

La Vida nos empuja hacia adelante, de forma que atravesamos experiencias que nunca elegiríamos atravesar.

¿A través de qué medios nos empuja la Vida?

Puede tomar muchas formas, y casi siempre son situaciones que nos generan sufrimiento, que nos desbordan: una enfermedad, una muerte, un fracaso, una ruptura…

Ocurren y, de pronto, salimos de nuestra vida  normalizada, conocida porque comienzan los dolores de parto. Perdemos los puntos de referencias conocidos y no tenemos aún los siguientes. Estamos siendo empujados por la Vida hacia el canal del parto, al lugar del tránsito. Estamos en una fase de crisálida. Hemos dejado de ser (feto, oruga…) y aún no somos (bebé, mariposa…).

Comprender que estamos en este proceso es de crucial importancia. Así como acoger todas las vivencias y emociones que aparecen en nosotros, abrirnos a ellas y experimentarlas para poder trascenderlas, tras haber “aprendido lo que tienen que enseñarnos y dejar que sean nuestra guía del más allá”, como dice el poeta y místico sufí Rumi.

En el proceso, aprender a respetar los tiempos es una condición indispensable. Si lo aceleramos ocurre que accederemos de una manera prematura y sin estar preparados a la siguiente fase. Si lo retardamos corremos el riesgo de cada vez sufrir más y enfermar más. También puede ocurrir que termine el tiempo oportuno que nos  permite el avance y la transformación, y nos quedemos estancados, empobrecidos, viviendo experiencias que nos atrapan en una vida mortecina y nos alejan de nuestro Ser esencial y nuestro camino verdadero.

Durante el proceso es toda una sabiduría  aprender a distinguir en lo que no tenemos que intervenir, que ya sucede y se despliega de una manera natural, y con que tenemos que colaborar para hacerlo posible.

Siguiendo con el símil del parto, este sucede por sí mismo, es inevitable, pero tanto en la mamá como en el feto existe una intención fundante primordial de colaborar para ir hacia la siguiente etapa de la Vida. Es decir, necesitamos la intención, el propósito subyacente firme de querer evolucionar.

En etapas más maduras de la conciencia, el sufrimiento no es tan necesario para el proceso. Ya hay una capacidad consciente de elegir avanzar y se descubren y experimentan otras posibilidades que vehiculan los procesos. Cuando esto sucede ya hay una confianza básica en que somos amados y en la Vida, de forma que, aunque no se entiendan con la mente los acontecimientos, nos dejamos llevar por su fluir. Hay un texto en el evangelio de Juan que refleja muy bien esto: “Cuando seas viejo, extenderás las manos, Otro te ceñirá y te llevará a donde no quieres”.

Cuando ya nos encontramos en la otra orilla contemplamos la bendición de lo sucedido y surge la gratitud de corazón.

Benditos aquellos que actúan como nuestros enemigos porque, aunque no saben lo que hacen, colaboran con la plena manifestación de nuestro mayor bien y nos ayudan devolviéndonos a nuestro sendero verdadero.

Benditos los acontecimientos que nos contrarían o nos impiden el camino porque están al servicio de permitir que en nuestra vida acontezca sólo lo oportuno, en la forma y el tiempo oportuno.

Bendita Vida que nos empuja hacia la Vida.

Magdalena Rodríguez Martínez

Andújar a 14 de mayo de 2016

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