Muchas son las personas que me preguntan por mis vacaciones, algunas, la mayoría con un interés verdadero por mí, y otras por usar una pregunta educada para iniciar el reencuentro tras la pausa.
Lo primero que ofrezco es mi sonrisa y luego emito un” muy bien” que quiero que abarque y transparente, con el énfasis y el tono que le doy, toda la experiencia vivida. Casi siempre me encuentro con gestos de sorpresa y expresiones de curiosidad por saber más.
Ahora me permito este espacio para honrar y agradecer todo lo vivido en este verano, destacando algunos de los aprendizajes realizados de entre la riqueza que se me ha regalado vivir.
Yo ya no me dedico a veranear, he aprendido a vivir el verano. Antes de que comience me abro a recibir planes, si, a recibir planes. Yo ya no hago planes, los recibo. No planifico desde mi yo pequeño, me abro a movimientos más profundos de mí ser y desde ahí le doy forma en la realidad a lo que emerge. Siempre flexible y abierta a que esta, la realidad, redirija el flujo de los planes organizados. Dios, que conoce lo que me descansa y lo que necesito para rehacerme, me habla a través de mi interior y a través de lo que acontece. Así ha sucedido este verano de nuevo, de manera que cada vez se vuelve más plenificante y el descanso que me aporta es más profundo porque me rehace desde mi interior.
Otro aprendizaje me viene de la mano de los encuentros y tiene que ver con la capacidad de abrirme a la presencia, la realidad y la energía del otro para poder convivir y ser yo, desde mi yo más verdadero. Lejos de desdibujarme y perderme, al abrirme soy con más plenitud porque soy desde lo que la presencia del otro despierta en mí.
Ser sin encajar en ninguna clasificación, en ningún grupo predeterminado que me limita, me determina y cosifica. Solemos tener esta tendencia a clasificarnos unos a otros: ”Eres una pija”, “este va de friki”, “vaya beata que estas hecha”, “es una choni”, etc.… Basta con algunos signos externos de nuestras ropas, con algunos hábitos de nuestra vida o con algunas acciones y somos inmediatamente catalogados y catalogamos a los demás. En función de eso nos relacionamos de una manera u otra según seamos más afines o no, e incluso a veces decidimos no relacionarnos.
Aprendo incondicionalidad porque no quiero perderme la aventura preciosa de conocer al otro en toda su complejidad, en su integridad, en todo su misterio y permitirme mostrar a los demás toda mi totalidad, el misterio que soy, para experimentar también que soy verdaderamente conocida.
Hay mucho desconocimiento de lo que es la intimidad. Ser íntimos, estar en intimidad con alguien hace referencia a la capacidad de mostrarnos tal y como somos y relacionarnos desde la autenticidad de lo que sentimos y experimentamos, sin temer el juicio, el rechazo, el conflicto…..Por tanto, tiene que ver con el amor, la aceptación, la incondicionalidad y la apertura del corazón. Al aprender intimidad genero y vivo relaciones auténticas y nutritivas, que me permiten experimentar el gozo de vivirme como el ser en relación que soy y me depara un descanso cada vez mayor.
La experiencia de coger ciruelas del árbol me vuelve a poner en contacto con el aprendizaje de tomar el fruto cuando ya está maduro. Me doy cuenta de que aunque lo esté, lo último que madura es el lugar por donde está cogido al árbol. Cuando ya está en su punto con sólo tocarlo se te ofrece. Ese es el punto de no resistencia. En la realidad ocurre igual. Saber esperar a ese punto donde la realidad se te ofrece madura, sin resistencia alguna, en su punto, además de una inefable sabiduría, es de un enorme gozo. Gustar lo maduro, vivirlo, saborearlo forma parte del buen vivir.
He definido mi verano, a las personas que me han preguntado por él, como una peregrinación hacia distintos lugares, encuentros y experiencias. Toda ella ha requerido de continuar aprendiendo a instalarme y desinstalarme. Ambos son movimientos necesarios para el peregrinar por el camino de la vida sin aferramientos y con enraizamiento. Parece una contradicción pero sólo es aparente. He ido a muchos lugares, me he encontrado y he convivido con muchos seres queridos, he vivido muchas experiencias, y toda esta sobreabundancia ha sido posible porque me he entregado con la menor resistencia posible a ambos movimientos. Es como una danza que comienza con la disposición a ir, con la apertura a…., que parte de un movimiento de desinstalación de donde me hayo en un momento determinado. Cuando llego me dispongo a adentrarme en la experiencia, a mostrarme y a acoger en los encuentros, a compartir la vida, el tiempo, el disfrute, la comida…., me instalo en el espacio y lo siento mío, lo recorro, lo exploro, lo descubro, lo vivo. La plenitud del enraizamiento es cuando me abro a vivir todo lo que me ofrece el presente, con todos sus sabores.
Una vez completada la experiencia comienza la desinstalación, dispongo mi corazón para la partida, recojo, hago maletas, agradezco a los lugares y a las personas. Comienzo a partir y en el camino de vuelta saboreo y cuento lo vivido, miro fotos, siento mi corazón colmado. Antes de desprenderme de ella le ofrezco una última mirada amorosa y agradecida, volviendo al inicio de la danza.
Una última mirada a este verano bendecido: toda mi gratitud por este tiempo vivido, por todos y cada uno de los que forman la gran familia a la que pertenezco y que me acompañan por el camino de la vida, por cada experiencia que he atravesado y que ha dejado su huella en mí madurándome, volviéndome más porosa, haciéndome disfrutar, descansándome, rehaciéndome; por todos los lugares y los espacios que me han acogido…….Gracias por la vida sobreabundante que se me regala vivir.
Ahora puedo partir…………
Magdalena Rodríguez Martínez
Andújar a 16 de septiembre de 2017
Lo he leído otra vez por saborearlo de nuevo. Es precioso lo que vives y cómo lo cuentas. Un abrazo
Querida Carmen
me encanta que lo saborees y te recrees en él. Gracias por compartir. Un abrazo grande
Querida Magdalena. Qué bien tu compartir diría yo kenótico y gozoso. Tus sentimientos, emociones y aprendizaje, expresados en palabras me ayudan a situarme en la profundidad, apenas sin esfuerzo, a intentar sumergirme en mi Yo grande, ese desde donde en la mayoría de las ocasiones me cuesta tanto desgranar lo maduro (me encanta la analogía de las ciruelas) y saborearlo y poder expresar desde mi interior. Tu entrega de hoy me deja un regusto especial para el disfrute y el aprendizaje. Intentaré aprender intimidad porque me encanta eso de generar y vivir relaciones auténticas y nutritivas. En mi proceso de sanación desearía integrar de forma natural también ese aprendizaje hacia la incondicionalidad, porque que el otro me perciba tal y como soy y poder disfrutar de los demás al mismo nivel, en su totalidad maravillosamente compleja, misteriosa y sorprendente. Me haces bien. Gracias desde el Corazón
Querido Paco
Toda mi gratitud por todo lo que compartes de lo que ha resonado en ti. Me alegra que puedas abismarte en el texto y contemplarte en toda tu hondura. Me alegra que despierte en ti esos deseos de continuar aprendizajes que forman parte del saber vivir con mayúsculas y del saber vivirnos a nosotros y entre nosotros. Un abrazo grande
Querida hermana
Tus palabras son como un reflejo de las ondas que alcanzan tu corazón y me devuelve a mi como un eco: “resonar”…..”experiencias que transito”, “precioso espejo” embellecido de lo expresado al pasar por tu corazón.
Cuentan que el misterio del citar es que cuando es tocado de verdad es capaz de hacer sonar a otro que esté cerca porque le alcanza su vibración. Eso pasa con las almas……hermanadas por este precioso camino de luz. Un abrazo grande