En el camino de manifestar quienes somos y darle forma en nuestra cotidianidad a los sueños que nos habitan, nos encontramos con frecuencia con un miedo muy profundo, es el miedo a nuestra luz, a la grandeza que somos.
Huimos de nuestra identidad primera, sobre la que construimos nuestro ego por varias razones: miedo a ser envidiados, miedo a tener que asumir toda la responsabilidad que conlleva, miedo a no ser entendidos y sufrir rechazos, miedo a la soledad, miedo al propio poder en cuanto capacidad……..
Sólo nos podemos liberar siendo quienes somos y así, en nuestra presencia, otros se darán permiso para Ser y quedaran liberados. De este modo la transformación verdadera del mundo se va haciendo posible.
Las palabras del discurso de Nelson Mandela como Presidente Electo de Sudáfrica (1994) reflejan con rotundidad esta verdad:
“Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.
Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite.
Es nuestra luz, no nuestra oscuridad lo que más nos asusta.
Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?
En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?
Eres hijo de Dios.
El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti se sientan inseguras.
Nacemos para hacer manifiesta la gloria de Dios que está dentro de nosotros.
No solamente en algunos de nosotros, está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo.
Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás”.
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