He vivido un retiro de silencio muy especial. Ha sido así porque lo he compartido con otras personas, unas 30, que venimos caminando juntos por este sendero que nos ha retornado a nosotr@s mism@s y nos ha revelado los veneros de la vida.
Algunos venimos compartiendo esta experiencia una vez al trimestre desde hace casi 14 años.
El primer encuentro de silencio en el Descanser fue en Villaonuba, cerca de Fuenteheridos (Huelva) en enero de 2004.
Encuentro tras encuentro, retiro tras retiro, experiencia tras experiencia ha ido haciendo posible que el Silencio se encarne en cada un@de nosotr@s y arrive a la orilla de nuestra cotidianidad regándola, nutriéndola y conviertiéndola en un espacio-tiempo sagrado donde poder ir desarrollando todo nuestro potencial, donde poder desplegar nuestro Ser.
El Silencio me ha devuelto la palabra, me ha sanado, ha despertado y potenciado mi creatividad, en él he crecido en mi capacidad de darme cuenta, me hace cada vez más porosa y me adentra en la tierra de la comunión……….es la tierra donde me enraizo y aprendo a vivir mi humanidad más radical.
Cada vez ha reconciliado más mi superficie con mi profundidad, permitiendo que su Verdad, su Bondad y su Belleza se manifiesten.
En este último retiro conectaba con tantas y tantas personas con las que trabajo, de todas las edades, que huyen de sí mism@s, que evitan el quedarse sol@s en silencio y la escucha de sí, cuya vida interior ha quedado como un jardín mortecino por falta de atención y cuidados, por falta de lealtad a lo que habita en sus corazones. Andan perdidos de sí y de su proyecto vital verdadero.
A ellos dedico les dedico este texto, con el deseo de que si alcanza a alguien que anda en búsqueda, encuentre este testimonio de esta realidad que se hace posible solo si nos abrimos a ella para vivirla.
Por si surge la pregunta de que es el Silencio encarnado, comparto este trocito de mi vida que lo refleja:
“Amanecer en la mañana antes de que amanezca, aguardar el día iluminándome, sentirme nueva, accediendo a lo nuevo.
Vivir desde la experiencia y no desde la creencia, atenta a la verdad en mi, atenta a la verdad, rindiéndome a lo que Es. Preparada, puesta en pie, revestida de dignidad.
Es el Amor que me embellece, que me impulsa, me adentra y me sostiene. De su mano lo atravieso todo, experimento, exploro y creo.
Es el latido que me habita y desde lo profundo me alcanza. Y me ofrece una revelación: El Amor y todo lo creado por Él es la única realidad verdadera. Todo lo demás surge como realidad que crea el ego a partir de las creencias.
Es poner en el altar de mi vida lo caduco, lo seco, lo que ya no es para agradecerlo, después de limpiarlo de lo nuevo.
Dejarme acariciar por el sol, aceptar su ternura.
Reconocer en el fruto y en su belleza el Silencio profundo de donde emergió.
Ofrecer con firmeza lo que me habita: el paso siguiente en la evolución, a la naturaleza, a la que pertenezco, de la que provengo.
Mirarte Maestro indicándome la dirección siempre del corazón, llevarlo como brújula, atesorarlo como la única tierra verdadera donde me enraizo.
Dirigirme a lo profundo de mi y dejarme alcanzar por el Silencio que ha salido a mi encuentro. Ser en él, dejarme mecer como un junco por el aliento que sopla.
Dejar que suene mi identidad como la música de las hojas mecidas por el aire, como el movimiento de las bolitas de cristal que al chocar me convocan a salir al misterio de la Vida.
Ser agua de mar desbordándose por mis ojos, desde donde ofrezco la luz que emana de mi faro interior y me convierte en lucidez cálida porque me abro al Amor que me habita”.
Betania Córdoba 12 de noviembre de 2017