Estamos viviendo el inicio del verano y se ha hecho muy popular celebrarlo, aunque desde tiempo inmemorial los seres humanos nos hemos unido a los ciclos anuales de la naturaleza, acogiédolos, celebrando sus frutos y despidiéndolos.
Como en todo, cualquier celebración puede hacerse desde el nivel de conciencia en el que cada uno vive y así, podemos comer, beber y quemar, o, sin excluir lo anterior si se quiere, podemos abrirnos a la llegada de la energia de esta estación con la conciencia de que nos invita a vivir desde el corazón, y activa en nosotros el movimiento profundo de la maduración. Es el tiempo del descanso, del sol y la luz, necesarios todos para que se haga posible este madurar.
Por tanto es de suma importancia la puesta a punto para adentrarnos en él, preparados.
Igual que nos hacemos revisiones médicas anuales o llevamos nuestro coche a la revisión antes de los viajes estivales, para ver niveles y llevar a cabo su puesta a punto, es el momento de mirarnos el corazón y ver el estado en sus distintos aspectos.
Algunos de ellos son: el estado de despertar en el que nos encontramos, el nivel de apego-desapego en el que vivimos, nuestra capacidad para acompañar sin interferir procesos, cómo vamos de independencia- dependencia en nuestras relaciones, cuánta claridad o densidad ( ruidos: preocupaciones, emociones alteradas e intensas, prisas, hiper o hipoactivación energética) hay dentro de nosotros.
El nivel del despertar tiene que ver con el grado de conciencia que tenemos en nuestro cotidiano vivir.
Podemos tener varios indicadores de lo dormidos que estamos: cuanto mayor son el sufrimiento, la dualidad, el juicio, la posición defensiva-ofensiva, mayor es nuestra inconsciencia y el actuar desde nuestra programación de patrones reactivos inconscientes.
Nuestro apego o capacidad de vincularnos, de manera natural va madurando en el avanzar de los años si lo permitimos y si no arrastramos heridas, duelos, y formas de vinculación patológicas que conllevan evitación, ambivalencia y/ desorganización. La dependencia, el egocentrismo, el control, la invasión de la intimidad, la posesividad, la dificultad para hacer despedidas, el no poder deshacernos de las cosas o separarnos de las personas, entre otros, indican un apego excesivo, inmaduro y patológico.
En el evolucionar de nuestra conciencia vamos aprendiendo e incorporando una actitud de “no interferencia” o neutralidad, que lejos de ser indolencia, refleja el respeto por las personas, sus formas de hacer, sus procesos y el momento evolutivo en el que se encuentran. Y, lo más importante, respeto por la Sabiduría de Alguien que nos acompaña, nos sostiene y nos ama incondicionalmente a todos.
El grado en que nuestra reactividad se hace presente invadiendo, controlando el cómo, el cuándo y el dónde tienen que acontecer los sucesos, nos da el grado de nuestra madurez en este aspecto.
!Cuánto es el ruido que hay en nuestro corazón habitualmente!
Logramos que todo ese alboroto vaya asentándose?
Permitimos que nuestro corazón se sosiegue y vaya quedando una claridad desde donde ver con nitidez lo que Es: Verdad, Bondad y Belleza, sustrato fundante de lo Real?
Este darnos cuenta es el paso imprescindible para acoger el verano, como tiempo y como vibración energética, para facilitar el proceso en el que maduramos.
Así, nos disponemos a vivir el verano y celebrar esta nueva oportunidad de
crecer hacia dentro, desde donde nos lo reclama nuestra profundidad.
Aceptarlo y vivirlo es honrarla.
Magdalena Rodríguez Martínez
25 de junio de 2018
Buenos días, Magdalena. Respecto a tú blog:: Solsticio de verano: Puesta a punto del corazón. Decirte que respecto a éste: El primer amor es el amarse uno a sí mismo. La propia- estima no puede ser verificada por los demás. Tú vales porque tú dices que es así. Sí dependes de los demás para valorarte, está valorización estará hecha por los demás. Por otro lado, decirte que el amor a los demás está relacionado directamente con el amor que te tienes a ti mismo. El amor es una palabra que tiene tantas definiciones como personas hay para definirlo: se podría definir como la capacidad y la buena disposición para permitir que los seres queridos sean lo que ellos elijan para sí mismos, sin insistir en que hagan lo que a tí te satisfaciera o te gustase. Gracias. Me ha encantado leer tu blog, me ha parecido muy interesante. Un abrazo.